Cuando hablamos de síntomas depresivos a la mayoría de los “mortales” se nos vienen a la cabeza sinónimos con tristeza, falta de motivación, pérdida de relaciones sociales y de la capacidad de disfrute.
Debemos tener en cuenta que en los niños estos síntomas pueden no estar presentes y verse sustituidos por otros síntomas más difíciles de identificar como “depresivos”:
1. Irritabilidad: aumento de los conflictos en el grupo de iguales (en el colegio) o en el domicilio.
2. Abandono escolar y faltas de asistencia en la escuela: en los adultos es común que en la evolución de un proceso depresivo se faciliten bajas laborales, por menor capacidad de concentración y para facilitar la recuperación. En los menores el que no acudan al centro escolar, acumulen faltas de asistencia y se llegue al absentismo es un factor de alerta y de gravedad.
3. Cambios de conducta o de carácter. Mayor introversión, desmotivación con la comunicación.
4. Abandono de actividades de ocio y aficiones.
5. Aislamiento en el domicilio.
Todos estos puntos pueden hacer saltar las alarmas de que “algo no está yendo bien” y se debería acudir a profesionales que puedan valorar las causas de las mismas.
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