Cada dos por tres nos encontramos en consulta con pacientes, a veces tristes, a veces directamente deprimidos, que nos piden ayuda para salir de su zona de confort.

Esta idea se ha instalado como un mantra de lo que hay que hacer para evolucionar en la vida o para solucionar los problemas de cada uno sin que muchas veces pensemos en la perversidad que hay detrás de este concepto. Según se usa, salir de la zona de confort equivale a flexibilizarnos lo suficiente para poder adaptarnos a lo que la sociedad demanda de nosotros: poder rendir cueste lo que cueste. Parecería que, si algo no te funciona, el problema y la culpa es tuya sin entrar a valorar más condicionantes.

En contra de esta idea, nosotros proponemos basar los cambios en el cuidado. En cuidar de aquellas cosas que nos hacen estar a gusto con nosotros mismos y en apoyarnos y cultivar la red social de cada uno, porque es a partir de ello desde donde podemos encontrar esa deseada confortabilidad y permitirnos cambiar cosas que no nos gustan, aceptar que habrá cosas que no dependen de nosotros y que nos seguirán sin gustar y aprender a relacionarnos con ellas. Es enfocada a esos objetivos donde debe ir dirigida la ayuda. Para abordar un problema de salud mental se podrán necesitar fármacos o psicoterapia o una combinación de ambos, pero nunca se va a solucionar pensando que eres el responsable de no estar bien porque no eres capaz de «ir más allá de tus límites».

Todos queremos tener un espacio donde sentirnos cómodos y, si lo tenemos y estamos a gusto en él, nadie querría abandonarlo. Uno puede explorar otras áreas, descubrir otras formas de afrontar los problemas o probar otras maneras de reflexionar o abordar sus inquietudes; en definitiva, usando esa misma terminología, uno puede ampliar su zona de confort, pero sin olvidar que la base que nos sustenta tiene que ser el autocuidado y que para cuidarse, y es un lujo que no todas las personas pueden tener, es imprescindible contar con gente alrededor. Cuidarse acaba siendo poder tejer una red de apoyo. Una red en la que, si llegas a tu límite, no es necesario que fuerces nada y vayas más allá, sino que cuentas con gente alrededor que te va a sostener para que no te caigas o, en todo caso, para amortiguar la caída y que puedas encajar el golpe con el menor dolor posible.

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