Se calcula que alrededor de 2 millones de niños y niñas sufren acoso escolar a lo largo de un curso escolar. Esta cifra se ha ido incrementando en los últimos dos años, el efecto de la pandemia, la mayor presencia del denominado ciberacoso y la concienciación de los profesionales de la enseñanza han hecho que estás cifras se hayan visto incrementadas.
Más allá de los días señalados “contra el acoso escolar” creemos necesario que todos estemos concienciados de que el acoso y la intimidación se producen a diario en los centros escolares y que pueden provocar secuelas emocionales a largo plazo en los cerebros en desarrollo.
Identificar, apoyar y ayudar a las víctimas es fundamental. Conductas abusivas no pueden quedar encubiertas bajo el epígrafe de “cosas de niños”.
Nos parece igual de importante identificar a los agresores y saber cuál es la fuente de la que surge esa necesidad de humillación con respecto a terceros. La necesidad de aceptación en el grupo, problemas en el grupo social primario, necesidad de destacar… son sólo lagunas de las causas que puede esconder la actitud del agresor. Sin que estos sean identificados y “ayudados” no podemos dar por concluido un caso de abuso entre iguales.
Ser conscientes de la importancia del problema es un paso fundamental. Se precisan de nuevas iniciativas como la puesta en marcha por la Fundación Alicia Koplowitz, creando la figura de profesional clínico de enlace entre el mundo sanitario y el académico para poder dar una respuesta eficaz a los problemas que surgen en el aula.
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