En marzo de 2020 la pandemia irrumpió en nuestras vidas, dejando al descubierto nuestra vulnerabilidad. Un virus era capaz de poner patas arriba el sistema de salud, nuestra esperanza de vida y cambiar nuestras preocupaciones.

Elementos que hasta ahora habíamos considerado positivos, como la hiperconectividad, se convertían en armas de doble filo que podían servir para propagar la enfermedad. Y de repente, tocó parar. TODO. Sólo lo imprescindible siguió en marcha y nos vimos encerrados en casa. La vida seguía dentro de esas cuatro paredes y tuvimos que empezar a convivir con la incertidumbre y con el miedo.

Está claro que no a todos les afectó el aislamiento de la misma manera, pero los primeros estudios publicados tras el confinamiento en nuestro país evidenciaron que la población general padeció niveles de ansiedad, depresión y ansiedad mayores que los que ya venía padeciendo previamente.https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33309957/

Ahora sabemos que la salud mental de la población general y de los colectivos vulnerables (pacientes con condición previa en salud mental, problemas socioeconómicos y aquellos con necesidades especiales como los mayores residentes en residencias de ancianos https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/333964/WHO-EURO-2020-40745-54930-eng.pdf ) se vieron doblemente golpeados por la covid. Por un lado, tuvieron que hacer frente a las mismas limitaciones que la población general. Por otro lado, hicieron frente a situaciones de estrés que produjeron que el equilibrio precario de su salud mental se rompiera en pedazos.

Las crisis económicas previas, sobre todo la de 2008, nos han permitido estudiar el comportamiento de un grupo específico de pacientes (al que nosotros dedicamos gran parte de nuestra consulta) y cómo les afectan las crisis. Este grupo es el conformado por niños y adolescentes. 

Una de las primeras medidas que se tomó, días antes del real decreto del 14 de marzo de 2020, fue el cierre de los centros educativos; esta medida (necesaria por lo que sabemos ahora) dejó a miles de jóvenes en casa, aislados de su grupo social y con las redes sociales cómo única vía de unión entre su mundo social y lo que estaba pasando dentro de sus casas. No queremos dejar de recordar la vulnerabilidad de aquellos que sufrían situaciones de violencia intrafamiliar, o de los menores a cargo de los “trabajadores esenciales” que han vivido situaciones dramáticas de separación y de soledad.

Y después de una situación de estrés en las que nos mantuvimos interconectados por las nuevas tecnologías, llegó la nueva normalidad, que puso en evidencia que en los menores habían aumentado ansiedad, depresión, dependencia  a móviles y pantallas, fobias, trastornos de conducta alimentaria…. https://www.elsevier.es/es-revista-revista-psiquiatria-salud-mental–286-articulo-calling-for-integration-children39s-mental-S1888989121000306 

Las consultas de los profesionales en salud mental infanto juvenil  se llenaron y se puso en evidencia la escasez de especialistas. Se aceleró la creación de esta especialidad (en lo que se refiere a psiquiatría); mientras se veían casos de elevada complejidad y se abrían camas de hospitalización en distintos hospitales para hacer frente a esta “ola” que era compleja y para la que la vacuna parecía no proteger.

Así llegamos a este momento de evolución de la crisis global; donde las restricciones se van abriendo y cuanto más se relajan las medidas sociales, más problemas derivados del aislamiento, el estrés, la violencia y las redes vamos encontrando.

Como psiquiatras infanto-juveniles nos gustaría que aquellos que sientan que necesitan ayuda puedan tener un seguimiento de calidad y una consulta de confianza. Es lo que pretendemos desde este espacio, que queremos se convierta en un medio para poder interactuar con nuestros pacientes y seguidores.